domingo, 23 de mayo de 2010

Como una alegre canción de danza V

Enrique López Castellón

Nietzsche tituló su nuevo libro Die frohliche Wissenschaff, esto es, “La Ciencia Alegre”. En su segunda edición, para aclarar quzá el sentido de su expresión, subtituló la obra con la terminología italiana a la que quería referirse en su traducción literal al alemán. La Gaya Scienza. Con este nombre solía designarse la poesía de los trovadores provenzales en los siglos XIII y XIV. En su versión francesa, gai savoir hace referencia a la maestría en el arte de rimar, en general. La Real Academia de la Lengua Española admite como castellana la expresión “La Gaya Ciencia” para designar “El Arte de la Poesía”. Está pues, de más toda especulación acerca del alcance semántico que Nietzsche trata de dar aquí al término alemán Wissenschaff o al italiano Scienza, que en modo alguno corresponde al uso vigente en el siglo XIX y XX, es decir, a un saber sistematizado y estructurado, con métodos específicos, basado en la experimentación. “Ciencia” es más bien aquí saber técnico, o mejor “arte”, capacidad para versificar, para expresar con facilidad, gracia y elegancia la esencia de un pensamiento o de un sentimiento, aceptando el reto de las leyes  de la métrica y de la rima; maestría para componer poemas de contenido lírico dedicados a ser cantados y bailados. En última instancia – como ya señaló Nietzsche en El nacimiento de la tragedia-, se trata de “ver la ciencia con la óptica del artista, y el arte con el de la vida”.

En numerosos momentos acota Nietzsche este significado. Así, fuera de todo equívoco, escribe a Erwin Rohde: “por lo que se refiere al título de mi último libro, solo he pensado en La gaya scienza de los trovadores.” Aún más, la segunda edición , merced del prólogo rimado, a las canciones añadidas al final, y al significativo aforismo con el que acaba en libro V, parece responder mejor al título y a la intención del filósofo. La concepción provenzal de La gaya scienza es, según Nietzsche en Ecce Homo, “esa síntesis de cantor, caballero y espíritu libre, que diferencia de todas las culturas ambiguas  la maravillosa y precoz cultura de los provenzales.” Veamos por separado los elementos de esta síntesis.

En el último aforismo del libro V al que antes me refería, los espíritus de la obra asaltan al autor entre carcajadas y le conminan a que abandone su tono lúgubre y misterioso, y a que entone una canción sencilla  y alegre al son de un rústico instrumento. Lo que importa no son tanto las palabras del cantor, sino su música, su melodía que, con un tono jovial, desenfadado y etéreo, debe acomodarse a la mañana radiante que simboliza el nuevo saber que se vislumbra a trazos entre los numerosos aforismos del libro. En carta a Peter Gast señala Nietzsche: “Mi estado actual, “in media vita”, quiere expresarse también en sonidos: no puedo desprenderme de esta idea. Y está bien así: antes de lanzarme por mi nueva ruta, tengo que tocar instrumentos de viento y cuerda”. En esta misma línea señala a Franz Overbeck: “Este estado intermedio entre el pasado y el futuro lo designo en vita media, y el genio de la música que, después de muchos años, de nuevo me ha visitado, me ha forzado a hablar de él en sonidos.”

Esta cuestión no es baladí, Nietzsche ha tomado consciencia del contrasentido que supone expresar su “filosofía del futuro”, en la prosa al uso de los libros eruditos y académicos, habida cuenta de que las reglas gramaticales están ya determinadas por las concepciones vigentes del mundo y el hombre, y por ello resultan inapropiadas y contraproducentes para expresar un nuevo saber que ha de empezar cuando su propio medio de comunicación y transmitir estados de exultante y contagiosa alegría, ágil y ligera incite irresistiblemente a una danza graciosa, ágil y ligera por encima de todo lo que hasta ahora ha estado pesando sobre el hombre. Si los pensamientos son la sombra de nuestros sentimientos –como se nos dice en el aforismo 179-, y no podemos expresar con palabras ni siquiera nuestros propios pensamientos (aforismo 244), ¿cómo transmitir la desbordante ebullición que experimenta en su interior el filósofo al que adviene el nuevo saber, “la esperanza suprema” que supone el eterno retorno de lo mismo? “Cogí al vuelo esa idea –se lamenta Nietzsche en el aforismo 298- y eché mano a toda prisa de las primeras palabras que se me ocurrieron para retenerla y que no se me escapara. Pero la aridez de mis inapropiadas palabras mató la idea, que ahora está colgada de ellas y bamboleándose. Cuando la considero, apenas sé ya cómo tuve la suerte de coger ese pájaro” (aforismo 298). El sentimiento y la idea han de traducirse en canción. El lirismo y la poesía de Así habló Zaratustra están, pues, haciendo ya acto de presencia en las páginas de La Gaya Ciencia. Pero, ¿por qué esta música ha de ser una canción de danza? Nietzsche se lo confiesa abiertamente a Rohde: “Mi estilo es una danza, un juego de simetrías de toda especie y un atropello y mofa de esas simetrías. Ello llega hasta a la selección de las vocales”. La danza es para Nietzsche el símbolo del movimiento que realiza su tipo de ciencia, que limpia el cielo del hombre de nubes, de los embustes de poderes sobrehumanos y de consolaciones ficticias y contrarias a la vida. Por otra parte, la alegría ha de ser expresada por la totalidad del cuerpo, pues, como señala en La voluntad de poder, “si en mí hay alguna unidad, no consiste desde luego en un yo consciente, en la sensibilidad, en la voluntad, en el pensamiento: se encuentra en otra parte, en la sabiduría total de mi organismo ocupado en conservarse, en asimilar, en eliminar, en prevenir todo peligro; mi yo consciente no es más que un instrumento”.

lunes, 17 de mayo de 2010

Probando configuración

Este es solo un post de prueba para probar configuración.

Visto a distancia

F. Nietzsche

Este monte constituye todo el encanto del pasaje que domina, lo que le da prestigio: al haberlo constatado cientos de veces, nos encontramos en un estado de ánimo tan poco razonable y a la vez tan llenos de agradecimiento hacia el monte que ejerce esa seducción que lo tenemos por el elemento más seductor del paisaje –de este modo, lo escalamos y quedamos decepcionados. De repente, todo el monte con todo el paisaje que rodea, por debajo de nosotros, parecen perder su encanto; habíamos olvidado que muchas grandezas, como muchas bondades, pedían que se les mirase a distancia y sobre todo desde abajo, no desde lo alto, –solo así producen efecto. Tal vez conozcas a personas de tu alrededor que no pueden considerarse a sí mismas más que a cierta distancia para sentirse simplemente aceptables, atractivas o capaces de dar fuerzas; hay que desaconsejarles que se conozcan a sí mismas.