domingo, 27 de julio de 2008

Como una alegre canción de danza (II)

Poco a poco le van llegando los libros que había solicitado a su fiel Overbeck. En sus lecturas alterna obras científicas, como la "Mecánica del calor", de Julius Robert Mayer, la "Historia del Materialismo", de Friedich Albert Lange, o la "Historia de la cultura", de Hellwald, con obras filosóficas: en este verano de 1881 conoce a través de un libro de Kuno Fischer la filosofía de ese otro gran solitario que fue Baruch de Spinoza, en quien Nietzsche hallaría un predecesor de su filosofía. ¿Cómo no iba Nietzsche a sentirse identificado con proposiciones de Spinoza como ésta: "EL ARREPENTIMIENTO NO ES UNA VIRTUD, O SEA, NO NACE DE LA RAZÓN; SINO QUE EL QUE SE ARREPIENTE DE LO QUE HA HECHO, ES DOS VECES MISERABLE O IMPOTENTE"?
Durante una de esas caminatas en este mes de agosto le asalta por vez primera la idea del eterno retorno de lo mismo, que generará una enorme ebullición en su interior y le hará tomar consciencia del sentido de sus reflexiones ulteriores. Una de las más antiguas concepciones de la sabiduría humana, con fuentes griegas (Anaximandro, los pitagóricos, Heráclito, los estoicos), iraníes, brahmánicas, budistas, emergió viva en la mente de Nietzsche, que vió incluso la posibilidad de justificarla apelando a la moderna ciencia de Vogt. Con todo, de momento, se sujeta a su plan previsto: la composición de los libros que habrán de completar a los cinco ya publicados en "Aurora". En estos escritos se debía dar cita sus lecturas cercanas o inmediatas: los neokantianos Zeller y Fischer, el esfuerzo de Otto Liebmann por eliminar "la cosa en sí" de la imagen crítica del Universo, por orientación filosófica del neokantismo, representada por Helmholtz, Fick y Lange, el darwinismo de Otto Caspari, el monismo materialista de Vogt, el inmanentismo moral de African Spir. Sin embargo, como el mismo atestigua en el aforismo 366 de "La Gaya Ciencia", Nietzsche no es de los que tienen ideas en contacto con los libros, sino que está acostumbrado "a pensar al aire libre, andando, saltando, escalando, bailando, sobre todo en montes solitarios o muy cerca del mar". Huelga decir que su quebradiza salud habría de chocar con semejantes métodos, siendo de señalar que, durante este verano, según confiesa a Overbeck y a Gast, el autor se ve asaltado por terribles sufrimientos que le hacen incluso esperar y aún desear la muerte. Solo diez días de esta prolongada estancia veraniega le han resultado soportables.
Continuará...
Autor: Enrique López Castellón.

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