lunes, 22 de junio de 2015

De los Hijos y del Matrimonio

F. Nietzsche en "Así Habló Zaratustra".

De los Hijos y del Matrimonio
F. Niezsche
Tengo una pregunta para ti solo, hermano mío: como una sonda lanzo esta pregunta a tu alma, para saber lo profunda que es.
Tú eres joven y deseas para ti hijos y matrimonio. Pero yo te pregunto: ¿eres un hombre al que le sea lícito desear para sí un hijo?
¿Eres tú el victorioso, el domeñador de ti mismo, el soberano de los sentidos, el señor de tus virtudes? Así te pregunto. ¿O hablan en tu deseo el animal y la necesidad? ¿O la soledad? ¿O la insatisfacción contigo mismo?
Yo quiero que tu victoria y tu libertad anhelen un hijo. Monumentos vivientes debes erigir a tu victoria y a tu liberación. Por encima de ti debes construir. Pero antes tienes que estar construido tú mismo, cuadrado de cuerpo y de alma.
¡No debes propagarte sólo al mismo nivel, sino hacia arriba! ¡Ayúdete para ello el jardín del matrimonio!
Un cuerpo más elevado debes crear, un primer movimiento, una rueda que gire por sí misma, - un creador debes tú crear.
Matrimonio: así llamo yo la voluntad de dos de crear uno que sea más que quienes lo crearon. Respeto recíproco llamo yo al matrimonio, entre quienes desean eso.
Sea ése el sentido y la verdad de tu matrimonio. Pero lo que llaman matrimonio los demasiados, esos superfluos, - ay, ¿cómo lo llamo yo?
¡Ay, esa pobreza de alma entre dos! ¡Ay, esa suciedad de alma entre dos! ¡Ay, ese lamentable bienestar entre dos!
Matrimonio llaman ellos a todo eso; y dicen que sus matrimonios han sido contraídos en el cielo.
¡No, a mí no me gusta ese cielo de los superfluos! ¡No, a mí no me gustan esos animales trabados en la red celestial!
¡Permanezca lejos de mí también el dios que se acerca cojeando a bendecir lo que él no ha unido!
¡No me os riáis de tales matrimonios! ¿Qué hijo no tendría motivo para llorar sobre sus padres?
Digno me parecía a mí ese varón, y maduro para el sentido de la tierra: mas cuando vi a su mujer, la tierra me pareció una casa de insensatos. Sí, yo quisiera que la tierra temblase en convulsiones cuando un santo y una gansa se aparean.
Éste marchó como un héroe a buscar verdades, y acabó trayendo como botín una pequeña mentira engalanada. Su matrimonio lo llama.
Aquél era esquivo en sus relaciones con otros, y seleccionaba al elegir. Pero de una sola vez se estropeó su compañía para siempre: su matrimonio lo llama.
Aquél otro buscaba una criada que tuviese las virtudes de un ángel. Pero de una sola vez se convirtió él en criada de una mujer, y ahora sería necesario que, además, se transformase en ángel.
He encontrado que ahora todos los compradores andan con cuidado y que todos tienen ojos astutos. Pero incluso el más astuto se compra su mujer a ciegas.
Muchas breves tonterías - eso se llama entre vosotros amor. Y vuestro matrimonio pone fin a muchas breves tonterías en la forma de una sola y prolongada estupidez.
Vuestro amor a la mujer, y el amor de la mujer al varón: ¡ay, ojalá fuera compasión por dioses sufrientes y encubiertos! Pero casi siempre dos animales se adivinan recíprocamente.
E incluso vuestro mejor amor no es más que un símbolo extático y un dolorido ardor. Es una antorcha que debe iluminaros hacia caminos más elevados.
¡Por encima de vosotros mismos debéis amar alguna vez! ¡Por ello, aprended primero a amar! Y para ello tenéis que beber el amargo cáliz de vuestro amor.
Amargura hay en el cáliz incluso del mejor amor: ¡por eso produce anhelo del super-hombre, por eso te da sed a ti, creador!
Sed para el creador, flecha y anhelo hacia el superhombre: di, hermano mío, ¿es ésta tu voluntad de matrimonio? Santos son entonces para mí tal voluntad y tal matrimonio. –
Así habló Zaratustra.

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